Diego Alatriste acostumbraba a luchar en igualdad de condiciones, cara a cara. No siempre ofrecía ocasión de sacar la espada de la vaina y ponerse en guardia para poder empezar el combate, pero nunca asestó su espada en alguien que estuviera vuelto. A Alatriste le atormentaban todos los asesinatos que llevaba a su cargo y, al darles a sus víctimas la oportunidad de defenderse, se sentía mejor. Sin embargo, no resultaba suficiente, ni el alcohol le hacía olvidarse de sus crímenes.
Noemí R.
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